lunes, 8 de julio de 2013

~11 ¿Bulling? ~

Era martes y apenas eran las seis y cuarto de la mañana, pero yo ya estaba en frente de la casa de Arian dispuesta a llamar al timbre. Hoy había sido previsora y había salido antes de casa, por si se volvía a repetir de nuevo la misma historia, así al menos tendría tiempo de buscar la casa de Arian por mí misma. Lo último que necesitaba ahora era que además de ser la peor luchadora de todos fuera también la tonta que se pierde en su propia ciudad buscando una casa a la que va varias veces a la semana.
Llamé a la puerta decidida a hacerlo mejor que el otro día y me volvió a abrir la puerta Muriel. Por si os lo preguntáis, sí, me achuchó de nuevo. La verdad no podía evitar imaginarme a Muriel caminando por la calle abrazando a todo el mundo que pasa lo suficientemente cerca como para cogerle. Aunque supongo que nos salude así a todos por el hecho de que ha visto crecer a todos y cada uno de ellos. Si esto fuera una familia, yo sería la hija recién adoptada.
Muriel me soltó y se lanzó a abrazar a un recién llegado. Pude reconocer a Nick una vez que Muriel le hubo soltado, o mejor dicho, una vez que Nick pudo zafarse de los brazos de Muriel.
Con todo mi orgullo, que no es poco, me giré tal y como había hecho la última vez que nos vimos y comencé a caminar ignorando su presencia.
-No te pongas orgullosa señorita “No se pelear”-Ahora sí que me había enfadado de verdad.
Le miré entre sorprendida, por haberme insultado de una forma tan cruel, y asqueada. Nick se tapó la boca con ambas manos en un vano intento de borrar lo que acababa de decir. Fue a soltar una disculpa, pero yo ya había comenzado a subir las escaleras rápidamente.
Subí a la sala con Nick aún pegado a mis talones y suplicándome que le perdonara. Así es Nick, nunca trata de ofender a nadie, pero había conseguido tocar una de mis fibras sensibles y esto no se lo iba a perdonar tan fácilmente. Le dejaría sufrir por un tiempo, es tan inocente.
La atmósfera de la sala fue pésima. Para mí, claro está. Todos habían llegado y estaban sentados charlando tranquilamente entre ellos. Todos salvo Mónica, que muy “amablemente” se había levantado tras nuestra llegada.
-Nick no seas patético- el tono de Mónica no podía ser otro que la sorna que siempre utiliza al hablar conmigo o, claro está, en temas referentes a mí. ¿Se podrá saber qué le he hecho yo a esta tía para que me odie tanto?- No tienes por qué ir suplicándole una disculpa a alguien como ella.
Pude escuchar un par de carcajadas entre el resto, al menos habían tenido la decencia de intentar disimularlas…un poco.
Me quedé mirando fijamente a Mónica sin apenas pestañear, centrando toda mi rabia y odio en esa mirada.
Nick me puso la mano en el hombro logrando que me calmara un poco. No sé cuánto tiempo había permanecido así, pero al notar la mano de Nick posándose en mi hombro pude fijarme en que estaba hiperventilando y al parecer, por el ardor en mis mejillas, tenía la cara roja de rabia, la rabia que profeso a esa estúpida de Mónica.
-¿Qué pasa? ¿Quieres pelear conmigo?-Miré bien a Mónica, todo en ella parecía gritar que era la mejor, una especie de diva en potencia- Aunque te recomiendo empezar con Liam y Nerelé.
Miré a Liam, el chico que parecía el más inofensivo del mundo. Recordé cómo había luchado el otro día y a pesar de ser uno de los peores del grupo me podía vencer con toda la facilidad del mundo.
La otra interesada era Nerelé, la niña de diez años. La verdad, ella sí podía ganarme con toda la facilidad del mundo. La niña luchaba que daba gusto verla. Tenía una técnica increíble, pero por desgracia a pesar de su técnica aún era una niña y su fuerza no era mucha.
Esta vez la sala si se llenó de carcajadas, aunque provenían de la pija de Mónica y el capullo de Manu.
Estaba a punto de llorar, notaba mis lágrimas querer desbordarse y caer, lo cual habría sido un tanto lamentable por mi parte. Como no quería que a mi currículum le añadieran también que era la llorona del grupo aparté a Nick de un empujón y salí corriendo a la calle ya llorando a moco tendido.

Me sentía el ser más patético del mundo, y de hecho es posible que lo fuera.
Ahora mismo lo único que me apetecía era darle una paliza a Mónica, lo cual estaba más que descartado, y no volver a ese lugar nunca más, aunque seguramente Rodrigo no me permitiría abandonar las clases de Arian nunca.
Miré a mí alrededor, estaba en el camino equivocado y para mi desgracia aún no había amanecido. Caminé un poca más hasta encontrarme un banco donde podía sentarme.
Eso era para todo lo que valía, para sentarme en un banco y ponerme a llorar por lo patética que era.
Noté cómo alguien se sentaba a mi lado. Seguramente Nick dispuesto a consolarme, pero ahora mismo no me apetecía que nadie me viera llorar.
-¡Déjame sola y lárgate con tus amiguitos!- Sé que mi tono había sido demasiado borde, sobre todo porque había venido hasta aquí para consolarme, pero me daba igual.
-No te creas que somos tan amigos, yo tampoco he estado mucho con ellos- Me sobresalté, esa voz no era de Nick. Miré a la persona que había hablado y era una de las últimas personas a las que esperaba ver, detrás de Mónica y Manu. La chica que me había seguido era la melliza, ¿Beth?- Sé que nuestras situaciones son muy diferentes, pero yo también he estado separada de ellos por mucho tiempo y aunque les conozco desde que nací a veces me siento como una intrusa entre ellos.
-¿No te caen bien?- Negó levemente con á cabeza. Parecía estar en otro lugar.
-No es eso. Tuve un accidente con uno de…de los otros- Parecía como si hablar de ello le costara más que respirar plomo- A mi familia y a mí nos atacó un grupo de ellos y desde entonces les tengo pánico y a luchar y, bueno en general, a todo esto. Por eso no iba a venir a entrenar con Arian en un principio, pero no quiero continuar así por siempre, ¿Sabes?
Miré a Beth, todo en ella parecía indicar que no estaba nada cómoda y que estaba preparada para salir corriendo a la más mínima amenaza.
No sé qué decir. Yo realmente lo siento- Ahora sí que me sentía patética. Mis preocupaciones son una soberana tontería, pero aun así no podía evitar querer echarme a llorar cada vez que Mónica abría esa bocaza suya.
-Mónica no es tan mala cuando la conoces. Y si me dejas darte un consejo deberías acercarte más a Liam, Remi y Francine y olvidarte del resto. Bueno, claro está que no de Nick y de mí, yo ya te considero una de nosotros- Al menos tenía una amiga más entre ellos.
-¿Y de tu hermano?
-Olvídate del resto por ahora…Raff no es malo, pero es un auténtico pesado nunca me deja en paz.
Me miró con cara de complicidad y ambas nos echamos a reír como si no hubiera mañana.
-Deberíamos regresar si no queremos que Arian nos regañe…ya debe de haber entrado en clase.
-Ve tú. A mí no me apetece mucho ahora mismo- Beth asintió, debía de intuir que no tenía planeado regresar a la clase de Arian.
-Pues si no vas a entrar te tocará esperar a Nick aquí, el pobre parecía  a punto de enloquecer de preocupación.

Una vez que Beth se hubo ido permanecí allí sentada pensando en cómo iba a reaccionar Rodrigo en cuanto se enterase de que me había saltado una clase de Arian y que no tenía planeado volver nunca más.
El tiempo parecía haber pasado rápidamente, seguramente me hubiera quedado dormida.
Nick había llegado a donde yo me encontraba y se había sentado silenciosamente a mi lado. Al parecer parecía intuir que no tenía muchas ganas de hablar del tema y ambos emprendimos nuestro camino a clase silenciosamente.
-No hagas mucho caso a Mónica, ninguno lo hacemos de todas formas- Sé que lo que decía era cierto, según me había dado a entender Beth, pero aun así me daba rabia que siempre tuviera esos aires de superioridad.
- Ya, pero no es…
-¡Irene!- alguien me llamó de improviso dejándome con la frase a medias.
Juraría que había oído esa voz antes, pero ¿Dónde? Miré a mí alrededor buscando a la dueña de la voz. Una vez que la vi un escalofrío me recorrió toda la espalda.
Era la chica que había visto no hacía mucho cuando iba a recoger a Nerea. Y si mi memoria no me falla era una de los dragones de los lagos. Agarré el brazo de Nick frenándole en seco.
-¿Irene?
Nick se quedó sopesándonos a ambas con la mirada.
Aelín se acercó aún más a nosotros para nuestra desgracia. Según la reacción de Nick se puede deducir que él no tenía ni la más mínima idea de quién era esa chica.
-Valla, ¿hoy no está tu querido maestro cerca? Menuda lástima- La cara de Nick pasó de la indiferencia al terror en un instante.
-¿Es…?- Asentí ante la silenciosa pregunta de Nick. Ambos nos preparamos para salir corriendo.
-¡¿Qué está pasando aquí?!- Tanto Nick como yo nos quedamos profundamente aliviados de ver a Ángel acercándose hacia nosotros- Me da mí que estás molestando a estos dos, así que lárgate, por favor.
-¡Por supuesto!, no era mi intención molestar- No sé qué es lo que hacía que cada palabra que salía por su boca me provocara escalofríos.

Ambos tres permanecimos quietos hasta que Aelín desapareció por completo.
-¿Os estaba molestando?- Ahora Ángel era quien se nos había quedado mirando fijamente. A ver cómo explicamos esta situación sin desvelar que somos dragones.
-No, es sólo que…es una prima de Nick, ¿Verdad?- Nick me maldijo con la mirada.
-Sí, es mi…prima, está un poco loca y no nos llevamos muy bien. Problemas familiares, nada más.
-Tú prima-Dijo Ángel asintiendo lentamente. ¡Mierda!, no había colado. ¡Somos pésimos mintiendo! ¡Nos va a pillar!- Pues sí que debe caerte mal, porque estás temblando.
Nick y yo nos quedamos plantados en el sitio aún sin saber cómo reaccionar ante lo que acababa de suceder. Y para colma ahora Aelín nos acosaba.

Llegué a casa, estaba agotada, enfadada y asustada por todo lo que había pasado, pero lo peor estaba aún por suceder.
Subí a mi habitación inocentemente dispuesta a tomarme una siestecita antes de comer y ahí estaba el, maldiciéndome con la mirada, quieto, como una estatua.
-¡¿Cómo narices has entrado?!
Rodrigo no reaccionó, siguió mirándome fijamente cruzado de brazos.
He de reconocer que sabe cómo acojonarme.
-¡Está bien! Lo siento- Miré de soslayo a Rodrigo esperando algún tipo de reacción por su parte, pero siguió mirándome así por un buen rato.
-Aun no lo has sentido- tragué saliva imaginándome infinidad de formas que Rodrigo podía emplear para torturarme-¿Cómo se te ha ocurrido la maravillosa idea de faltar a una clase del Maestro? ¿Sabes cómo me he quedado cuando me he enterado? ¡Petarda!- Rodrigo elevó el tono hasta gritar, suerte que no había nadie en mi casa.
-No quiero volver.
-Que no… ¿Qué no…?-Dijo entre leves carcajadas-¡¿Y a mí qué narices me importa si no quieres volver?!- Ahora sí que debió oírle mi madre, desde el trabajo- Como me entere de que vuelves a faltar a una sola clase de Arian sin que estés medio moribunda te juro que yo personalmente me encargaré de que lo estés.
-No voy a volver- Dije más vehementemente esta vez.
-Si lo harás- Continuó Rodrigo en sus trece.
-No, no lo haré. Estoy hasta las narices de ser el bicho raro, la que sobra- Rodrigo pareció relajar un poco el tipo- No soy parte de vosotros. No encajo y no creo que nunca lo haga. No sé por qué soy la única que no ha sabido nada de esto hasta ahora, pero sea por lo que sea ha provocado que esté fuera de lugar. A lo mejor es mejor así. Sobro en ese grupo y si lo que quieres es que aprenda a defenderme entréname tú.
-Irene, no sobras. Eres la nueva y ellos se conocen de toda la vida. Ten paciencia y verás cómo poco a poco vas encajando.
-No lo haré, y no quiero entrenar más con ellos. Además, sólo les retrasaría, me llevan años luz. Hasta Nerelé es mejor que yo y tiene diez años.
-Bueno, Nerelé no cuenta. Podría vencerme a mí…-Rodrigo se enfrascó en sí mismo. Pensando en una posible lucha entre Nerelé y él supongo-Está bien, tengo una idea…Hablaré con Arian para que me deje entrenarte durante a un tiempo y cuando veas que tu nivel ha subido y te creas preparada para volver con Arian regresarás, ¿De acuerdo?- Ambos estrechamos las manos, ahora era un trato- Está bien, mañana empezaremos a entrenar…por cierto, no te lo pienso poner fácil. Habrá entrenamientos todos los días- Me pareció oír una risa maléfica, ya sabía yo que Rodrigo no podía ser tan amable…

martes, 25 de junio de 2013

~ 10 Primeras partes nunca fueron buenas ~

Me había perdido. Genial. Era mi primer día de entrenamiento, eran las ocho de la mañana y no tenía la menor idea de si estaba yendo por el camino correcto hacia la casa de Arian. Sólo yo sé crear tan buenas primeras impresiones. No quería ni imaginar lo que me esperaba si osaba llegar tarde. Pero algo me decía que llegar tarde era mejor que no llegar. Y temí no encontrar la casa. Mucho ¡Con lo grade que era no me explicaba cómo no la veía! Estaba por aquí, en alguna parte. Estaba totalmente segura de que había tomado la dirección correcta. Me iba a meter en un buen lío.
- ¿Irene, te encuentras bien? - me giré velozmente, aún con cara de disgusto pero al ver a Nick, el semblante se me iluminó. Sin embargo no tardé mucho en darme cuenta de que, mierda, era Nick.
- ¡Menos mal! Me he perdido y temí que Arian me hiciese algo por llegar tarde - me acerqué a él. Y la situación comenzó a tensarse. Con disgusto comprobé que ambos nos hallábamos incómodos.
- Es muy triste que te pierdas en una ciudad tan pequeña como esta, lo sabes ¿Verdad? - lo fulminé con la mirada a sabiendas de que me acababa de salvar la vida. Pero no pude evitarlo y exploté.
-  Es muy triste que te guste una chica que se pierde en ciudades pequeñas, lo sabes ¿Verdad? - se enfadó, con razón, y se giró para continuar con su camino - ¡Nick, espera! ¡Era broma! - lo cogí del brazo y se sacudió mi mano de encima.
- Pues no ha tenido ninguna gracia - siguió caminando y corrí a su lado, decidida a acabar con el muro que ahora nos separaba.
- Lo siento, pero ¿No se suponía que olvidaríamos lo que me dijiste y seguiríamos como antes? – siguió ignorándome, aunque pude apreciar algo de culpabilidad en sus ojos - ya sé que no puede ser exactamente igual pero... - sacudí la cabeza, confusa. No sabía cómo manejar la situación, también era incómodo para mí - no quiero acabar con nuestra amistad, aunque te aseguro que si tú quieres acabar con ella, lo entenderé ¡Pero no me fastidies más y decídete! - me miró sin dejar de caminar y volvió a fijar la mirada al frente.
- Ya te lo dije, hagamos como que no pasó nada y ya está...
- ¡Pero no es lo que está sucediendo! No me negarás que tu manera de evitarme no es precisamente actuar como que no pasó nada - me miró ofendido, aunque de manera algo fingida.
- ¡Yo intento comportarme con normalidad!
- Claro, y yo saco sobresalientes - se enfadó de nuevo y puse los ojos en blanco ¿Tan difícil era arreglar todo esto? - ¿Tú quieres que sigamos siendo amigos, o no? Quiero dejar las cosas claras, odio esta situación. Nosotros siempre hemos tenido plena confianza para contarnos todo, así que, contesta con sinceridad, por favor.
Nick se detuvo ante la casa del maestro y suspiró. Comprobé a mi pesar que la enorme casa había estado en frente de mis ojos todo el tiempo. Era increíble el penoso sentido de la orientación que poseía.
- Yo... En realidad no quiero que dejemos de ser amigos...
- ¡¿Pues entonces...?! - hizo un gesto con la mano para hacerme callar
- ¡Déjame acabar! - me mordí la lengua - No quiero que dejemos de ser amigos, pero comprende que no es precisamente fácil volver a como todo era antes, sabiendo que tú… bueno, que tú lo sabes.
 - Entonces, prefieres que… ¿Nos distanciemos, por un tiempo? – me miró y vislumbré una sombra de duda en sus ojos, pero inmediatamente contestó con decisión.
 - No, no quiero. De verdad. Siento haberme comportado así ¿Amigos de nuevo? – sonreí para después caminar hacia la puerta principal de la casa, dejándolo atrás.
 - Pues ahora ya no me apetece – llamé a la puerta y me crucé de brazos, al tiempo que Nick subía los escalones del porche y corría a mi lado.
- Como te odio – nos miramos de reojo, él enfadado y yo con una sonrisita de suficiencia, pero finalmente nos echamos a reír.

La puerta se abrió, dando paso a la amplia sala de entrada y a la figura de la mujer que también abrió la puerta la última vez, tan maternal como la primera vez que la vi.
- Hola Muriel – saludó Nick, recordándome así el nombre de ésta.
- ¡Ya habéis llegado! ¡Justo a tiempo! Arian está a punto de llegar ¡Más vale que corráis! – Nick entró a pasos veloces y yo le seguí - ¿Dónde creéis que vais? – frenamos en seco y yo me sentí un poco bastante aturdida ¿Acaso no nos acababa de apremiarnos a llegar antes que Arian? ¿Por qué demonios…? Nick pareció darse cuenta de algo y se acercó a ella. Muriel yacía con la mejilla expuesta, como esperando algo y Nick le dio un beso en ella, no sin antes poner los ojos en blanco. Aquello me hizo reír, era demasiado cómico - ¡Y tú también, jovencita! – me acerqué a Muriel y le di otro beso en la mejilla.
Nos achuchó a ambos unos instantes entre sus brazos y luego nos empujó apresuradamente hacia la escalera. Decidí que esa mujer me caía muy bien.
 - ¡Buena suerte en vuestro primer día! – subimos las escaleras rápidamente y entré detrás de Nick a la sala donde también habíamos entrado la otra vez.

Se me hizo un nudo en la garganta al ver de nuevo a toda esa gente desconocida de la cual apenas podía recordar sus nombres. Cierto que parecían todas bastante amables, pero no podía eludir la sensación de incomodidad que me decía que yo no encajaba en aquel grupo ya formado.
- ¡Manu, Me debes cinco euros! – gritó el hermano mellizo ¿Cómo se llamaba? Sólo recordaba que se me había presentado en plan James Bond.
- ¡Mierda! ¡Nick, podías haber llegado un poco más tarde! – exclamó Manu, con cara de fastidio
- Gracias por depositar tanta confianza en mí, Manu
Todos yacían sentados en el suelo, con cara de adormilados. Ahora que los veía a todos por segunda vez, pude prestar más atención a sus rasgos. Y ya de paso, intenté recordar los nombres de todos. Aunque tal vez debería actuar como Arian y llamarles por su número. Seguro que así me era más fácil acordarme.
- ¡Diez segundos! – una vocecilla dijo aquello y como si de unas palabras mágicas se trataran, todos se levantaron a una velocidad supersónica y se colocaron en una fila. Les miré alucinando y ellos me miraron a mí. Entonces noté cómo mi rostro se ruborizaba. No sabía qué hacer.
- ¡Irene, colócate! - Nick me indicó con la cabeza que me posicionara en la fila y comprendí, que como número nueve que ahora era, debía posicionarme en penúltimo lugar. Corrí a mi sitio, justo a tiempo para que el Maestro hiciera presencia en la sala.
Volvió a invadirme la sensación de autoridad que ese hombre desprendía. Era como una especie de aura que arrastraba consigo e impedía hacer cualquier cosa que él no ordenase. Daba mucho respeto. Y miedo. Sobretodo miedo.
- Buenos días, alumnos. Bien, como primer día, necesitaré analizar el nivel que posee cada uno de ustedes - genial, una evaluación individual. Es justo lo que necesitaba para calmar los nervios - A pesar de que sus respectivos maestros han hecho lo que ha estado en sus manos para iniciar vuestra instrucción de la mejor manera posible, no dudo de que algunos de ustedes me van a dar algún que otro quebradero de cabeza - por alguna extraña razón, me pregunté si aquello me lo estaba diciendo exclusivamente a mi - Bien, formad un círculo.
A una velocidad asombrosa, todos acataron las órdenes de Arian. Estas cosas no suelen pasarme en clase. Iba a pasarlo mal, lo presentía.
- Saldrán a luchar por parejas, cuando yo lo ordene. Lucharán las parejas que yo ordene.La lucha comenzará y terminará cuando yo lo ordene. Supongo que ninguno de ustedes osará desobedecerme. - esto era una advertencia (o amenaza, según se mire) en modo indirecta muy directa - Número dos y número tres, colóquense en el centro.
El chico que acababa de perder la apuesta, Manu y el hermano mellizo dieron un paso al frente. Ambos se miraron con desafío y sonrisas burlonas. Los dos estaban convencidos de que iban a vencer y estaban dispuestos a pegar una paliza  al contrario. Por sus miradas cómplices de "te voy a matar" intuí que ésta era sólo una de muchas luchas que han tenido lugar entre ellos dos.
- Posiciones - se colocaron en posición defensiva, desafiantes - pueden comenzar a luchar.
Una milésima de segundo después ambos corrían al encuentro del otro. El mellizo detuvo una patada de Manu con el antebrazo, pero éste no perdió el tiempo e intentó pegarle esta vez con el puño. El mellizo frenó también ese ataque y respondió con un certero golpe en el costado de Manu. Sus movimientos eran rápidos y precisos. Ambos parecían adivinar el siguiente ataque del contrario y estaban muy igualados y por supuesto, eran mucho mejores de lo que yo podría aspirar. Estaba alucinando en colores y no pude borrar mi mueca de asombro. Aquella pelea me hizo preguntarme cuánto se habría contenido conmigo Rodrigo durante los entrenamientos. Ahora podía imaginar que mucho. Aunque nunca se lo diría, se lo agradecía. 
Después de unos cinco minutos de intensa lucha, en la que ninguno de los dos parecía haber sacado ventaja sobre el otro, Arian hizo un gesto con el brazo, cortando el aire de izquierda a derecha para detener la pelea.
 - Suficiente, pueden detenerse – Manu y el mellizo se separaron y se escrutaron el uno al otro mientras respiraban con brío a causa del esfuerzo. Parecían frustrados al no haber conseguido victoria alguna – vuelvan a sus posiciones – el inexpugnable rostro de Arian no dejaba adivinar si estaba satisfecho con la pelea, o si por el contrario le había resultado de bajo nivel. Tampoco parecía dispuesto a comentarnos sus observaciones. Aunque no me habría servido de mucho, podría haber adivinado si mi nivel era sólo pésimo o si necesitaba una escala mucho inferior para designar mi manera de luchar. 

Cuando Manu y el mellizo se colocaron de nuevo en su sitio, Arian escudriñó nuestros rostros, uno a uno. Evité el contacto visual por encima de todo, al menos en clase, funcionaba. 
 - Número nueve y número uno, colóquense en el centro – alcé la vista, aterrada y me encontré con sus fríos ojos azules. Primero, maldije la estrategia tan “genial” que había decidido usar. Después, tragué saliva e intenté no mearme en los pantalones. No estaba preparada para hacer el ridículo extremo delante de toda esa gente a la que apenas conocía y la cual sabía perfectamente cómo luchar. Aquello iba a ser un perfecto desastre. Esto me lo confirmó la chica rubia que ya se había colocado con decisión en el centro del círculo y contra la que tenía que luchar. Genial - ¡Número nueve! – me sobresalté y me di cuenta de que aún seguía paralizada en el círculo. Con pasos apresurados me coloqué en frente de la chica. 
Su cara de desafío y de burla no mejoró mucho mi situación. Sabía que la chica, si estaba en su mano, no iba a permitir que saliera ilesa de ésta. Creo que la hubiera insultado de todas las formas posibles en mi mente, si no hubiera estado demasiado concentrada en pensar: ¿Y cómo narices se lucha? Las pocas clases que había tomado con Rodrigo parecían haberse esfumado de mi memoria y dudaba de que fuese capaz siquiera de colocarme en posición defensiva. 
 - Posiciones – la risa de la chica rubia se ensanchó aún más y se colocó en posición defensiva. La imité, sintiéndome estúpida y preparada para los puñetazos que iba a recibir – pueden comenzar a luchar – antes de cualquier reacción por mi parte, la chica ya se encontraba a mi altura y casi me disloca el hombro de un puñetazo. Pero conseguí esquivarlo a tiempo, tirándome al suelo. Atacó de nuevo con gran velocidad y con una patada pudo haberme mandado a la otra punta de la habitación, sin embargo, sorprendentemente conseguí esquivar ese golpe también. Después de varios intentos por su parte de estampar mi cara en el suelo, me harté y sin saber muy bien cómo conseguí estirar la pierna y arrastrarla por el suelo, de manera que la chica tuvo que apartarse para no tropezar. En ese tiempo conseguí levantarme y prepararme mentalmente para seguir defendiéndome, e incluso atacar. La chica no tardó en volver y conseguí detener sus golpes con mis antebrazos. Esquivé una patada pero a pesar de que vi por el rabillo del ojo su puño, no conseguí apartarme a tiempo y recibí un golpe en el estómago. Me encogí a causa del dolor inesperado y me golpeó con el codo en la espalda. Caí al suelo y a duras penas pude aguantar las lágrimas de rabia e impotencia. Antes de que la chica diera el golpe de gracia, le di un golpe detrás de las rodillas y comprobé, alucinada, que ella caía al suelo. Aunque ello tampoco supuso muy buena noticia porque aprovechó la caída para darme un rodillazo en el pecho. Aquello detuvo mi respiración durante unos instantes eternos. Se quedó con la rodilla encima de mí y colocó su antebrazo en mi cuello – Suficiente, pueden detenerse – la chica antes de separarse de mí arqueó una ceja y se rió en mi cara, con burla. Mi cara roja de ira y vergüenza debió de resultarle más deliciosa que la victoria en sí. Porque vamos, tanto regodeo no era necesario – vuelvan a sus posiciones – vi cómo volvía a su lugar, con esa sonrisa burlona y esos aires de suficiencia. También vi que era el maldito centro de atención porque no había hecho ademán de levantarme. Me puse de pies y volví resignada a mi sitio, sintiendo una fuerte presión que me oprimía el pecho, no sólo por el rodillazo de la chica. Agaché la cabeza y miré al suelo, consciente de que mi flequillo ocultaba mi rostro. Mejor, porque no me apetecía demasiado que vieran mi cara de impotencia y de ganas de llorar. 

Los siguientes en luchar fueron la chica pequeña y Remy, el chico francés. He de confesar que no presté mucha a tención a la pelea ya que estaba demasiado ocupada intentando controlar mis emociones. Pero no se me pasó por alto que Remy había estado conteniéndose conmigo mucho aquel día que luchamos. Tampoco dejé de fascinarme ante la velocidad y la pericia de los movimientos de la pequeña. Estaba en clara ventaja sobre Remy. Y si el maestro no hubiera detenido la pelea, estoy segura de que ella habría ganado. 

Después, cuando ya había conseguido dominarme más o menos, les tocó el turno a la chica elegante, la mayor y a Nick. También pude descubrir que Nick se había contenido conmigo, pero que esta vez, era la chica la que se estaba conteniendo con él. Me sorprendió verla luchando, cuando en realidad sólo me la imaginaba tomándose un té con pastas y un vestido mono. Pero tras verla dando puñetazos y patadas, anoté mentalmente que nunca debia tratar de ofenderla. Por si las moscas.

Y los últimos en pelear fueron el chico tan achuchable y pálido con la melliza. Ambos parecían muy igualados y por si os lo preguntabais, si, también ambos eran mejores que yo. A pesar de la apariencia frágil del chico, paraba con decisión los golpes de ella y no dudaba en atacar. 
Sin lugar a dudas, yo era la peor de todos ellos. 

 - Bien, por hoy es suficiente. Ya me he hecho una idea de lo que cada uno de ustedes es capaz de hacer. No duden de que daré parte a sus respectivos maestros sobre su nivel y les explicaré detalladamente lo que cada uno necesita reforzar. El próximo día, comenzaremos repasando los movimientos de ataque básicos, así como los de defensa – se escucharon un par de resoplidos. Pues no sé a cuento de qué, porque yo necesitaba, y mucho, repasar – más adelante les enseñaré a usar palos, cuchillos y muchos otros tipos de armas. Pero primero deberán dominar el arte de la lucha cuerpo a cuerpo, cosa que ninguno cumple. 
 - Maestro ¿Cuándo nos enseñará a matar? – aquella pregunta me desconcertó con creces, aunque parecí la única a la que esto le sonaba demasiado excesivo y ello me sorprendió aún más ¡No quería matar a nadie! Arian tampoco pareció contento con la pregunta de Manu.
- Yo no estoy aquí para enseñaros a degollar personas, numero tres – respondió, con un deje de ira en la voz – yo voy a enseñarles a defenderse de sus enemigos. Voy a enseñarles el arte de la lucha y de la constancia. Yo voy a enseñarles disciplina, entrega, determinación, compañerismo, conocimientos, piedad, orgullo y valor. Yo no voy a enseñarles a matar personas ¿Me han entendido? Mi cometido aquí es ayudarles a combatir los ataques del enemigo y a cómo preservar sus vidas por encima de todo. Que una persona muera, a pesar de que se trate de un enemigo no debe ser nunca la primera opción. La vida es muy valiosa como para jugar con la de los demás ¿Comprendido? – aquel discurso, que he de reconocer que había conseguido moralizarme, también consiguió acallar la pavonería de Manu. 
 - Sí, señor.  Perdón – Arian volvió a examinarnos uno a uno y salió del círculo, dirigiéndose a una puerta que estaba en el lado opuesto a aquella por la que habíamos entrado nosotros.
 - Pueden retirarse – a pesar de sus palabras, todos esperamos a que saliera de la puerta, para abandonar el círculo y salir por la puerta. 

Ya en la calle, algunos se fueron y otros se quedaron a hablar un rato a las puertas de la casa. Uno de los que se quedaron fue Nick, el cual me detuvo antes de que pudiera irme a mi casa. 
 - ¿Quieres que te acompañe a casa?
 - No, no, déjalo. Creo que soy capaz de ir yo sola. Quédate a hablar con tus amigos – puso una sonrisilla de suficiencia.
 - ¿Seguro que podrás? ¿Y si te encuentras con Mónica por el camino? ¿Qué harás? – le fulminé con la mirada y tomé otra nota mental. La chica rubia se llamaba Mónica.
 - Recibir tu apoyo moral es siempre un placer, pero creo que podré prescindir de él – me giré, fingiendo enfado y me fui. No podía aguantar más tiempo delante de todos aquellos desconocidos que ahora conocían mi pésima coordinación y mi pésima forma de luchar. 

Caminé muy rápido, deseosa de escapar de allí y llegar a mi casa, donde todo era conocido. Necesitaba sentirme segura después de lo ocurrido. 
Entré en casa y mi madre y Nerea estaban en la cocina, preparándose el desayuno. El delicioso olor a tostadas recién hechas alivió un poco el nudo en la garganta que me acompañaba desde que había salido de casa. Michín asomó la cabeza por la puerta de la cocina y corrió a restregarse por mis pantalones con su dulce ronroneo.
 - ¿Dónde has estado, Irene?
 - He ido a dar una vuelta. Como me desperté temprano y ya no podía volver a dormirme, decidí ir a dar un paseo. 
 - Bueno, sube a cambiarte y ven a desayunar – acaté sus órdenes y subí a mi cuarto. 
Una vez allí, dejé caer todo mi peso sobre la cama. Estaba tremendamente agotada. Y eso que no había hecho casi nada. Estuve a punto de romper a llorar a causa de toda la tensión que había estado aguantando. Me dije que esto era imposible, que yo no estaba hecha para esto. Que no era un dragón. Me había rendido. No quería volver a ningún entrenamiento ni volver a ver las caras de ninguno de mis compañeros. No quería volver a pasar por esto una y otra vez.
Pero entonces me vino a la cabeza lo último que nos había dicho Arian: “Voy a enseñarles el arte de la lucha y de la constancia. Yo voy a enseñarles disciplina, entrega, determinación, compañerismo, conocimientos, piedad, orgullo y valor... “  Entonces cambié de opinión. De alguna manera, algo comenzó a arder en mi interior, que deseaba todo eso que Arian iba a enseñarnos. De repente, ansiaba ser uno de ellos. De repente, ansiaba convertirme en un dragón. En uno de los mejores.

domingo, 9 de junio de 2013

~ 9 ¿Me repites tu nombre? ~

El día había llegado y ahí estaba yo, delante de la casa más grande que había visto en mi vida.
Hoy Rodrigo me había acompañado hasta la casa de Arian, al que por fin iba a conocer. Si ya de por sí estaba nerviosa, el hecho de saber que Nick, al cual no había vuelto a hablar desde su confesión, iba a estar también no ayudaba a calmar la situación dentro de mi cabeza.
Respiré hondo varias veces antes de que una mujer de mediana edad abriera la puerta.
-¿Cómo no? Rodrigo siempre eres el último- Dijo la mujer hablando rápidamente y con un tono maternal hacia Rodrigo- Pasa antes de que llegue Arian y la pobre chiquilla se lleve una bronca por tu culpa-farfulló a la vez que nos empujaba hacia el interior de la casa.
-Lo siento-Rodrigo casi parecía arrepentido. ¿Sería esta mujer su madre? Al menos le trataba como tal.
-¡Pero que niña tan guapa!- La señora se acercó a mí y me dio un gran abrazo, aunque decir que me estrujó contra sus brazos quizá hubiera sido más apropiado- Tu debes de ser la alumna de Rodrigo, espero que no te de muchos problemas. Me llamo Muriel y tú debes de ser Irene si no me equivoco- La mujer hablaba más rápido de lo que mi cerebro era capaz de procesar, y ya puestos, no se queda corto el decir que también más alto.
-Encantada- No sabía ni qué me había preguntado, así que fue lo único que pude decir.
 -Has conseguido poner nerviosa a la nueva- La voz provenía de detrás de mí. Me di la vuelta rápidamente y encaré al propietario de la voz, aunque cómo no, parece ser que la que no se había dado cuenta hasta entonces de que ahí había personas, y no me refiero a una o dos o tres, era yo.
El chico que había hablado comenzó a reírse sin cortarse ni un poco ante mi presencia. ¿Cómo describirle? Ah, sí, era la persona más extravagante que había visto en mi vida. Llevaba unas gafas de sol de aviador efecto espejo y el pelo en punta empezaba en la raíz blanco para acabar con las puntas negras. Por si fuera poco, todas las personas que conozco últimamente parecen se o exageradamente altas o exageradamente fuertes, o las dos a la vez. Gracia a Dios este chico no era ni exageradamente alto ni exageradamente fuerte, al menos en apariencia. Aunque tampoco se quedaba corto.
Las personas no se habían escondido, ni siquiera había oscuridad, y menos para que no pudiera verles, simplemente eran tan sumamente sigilosos que no les había oído llegar y ni me había molestado en mirar a mi alrededor.
-Así que esta es Irene, es tan mona. La pobre se ha asustado- La chica que había hablado se acercó a mí y me cogió de las manos. Era una chica bajita y delgaducha, de hecho, dudo que fuera capaz ella sola de defenderse ni contra un gatito recién nacido. Por suerte para mí había aprendido a no juzgar a esta gente por su apariencia. La chica era… bueno, me lo habéis puesto muy fácil. ¿Sabéis cómo es la típica muñeca de porcelana? ¿Delicada, con preciosos tirabuzones dorados y unos grandes ojos azules? Pues ahora imaginaos a esa misma muñeca encarnada en persona y quitándole ese factor terrorífico que toda muñeca de porcelana lleva de por sí- No tienes por qué asustarte de nosotros- le brillaban los ojos y tenía una gran sonrisa de oreja a oreja- Yo me llamo Sol- Un nombre que parecía ajustarse perfectamente a su persona, la verdad es que sí parecía un sol, y no sólo por su pelo dorado- y el chico que te ha asustado es Diego, tranquila, es buen chico- Eso último lo dijo guiñándome un ojo, lo cual me tranquilizó de sobremanera.
-Encantada- ¿Es que es lo único que sabía decir hoy? Iba a parecer más tonta y patética de lo que solía parecer ante el resto de maestros.
-¿No deberías ir a socializar un rato con tus nuevos compañeros?-Dijo Rodrigo en un vano intento de zafarse de mí. Hice un amago de irme al lugar de donde provenían más voces, supongo que de mis compañeros, pero Sol me agarró del brazo y no me soltó.
-Es la única que no conoce a todos aún, déjame que le presente- Sol puso carilla de pena, lo cual me recordó muchísimo a la táctica Silvia.
-Haz lo que te dé la gana, me desentiendo de ella- ¿Debería sentirme ofendida o liberada?
-Bien, bien, bien… mmmmm… empezaré por ella- Dijo señalando a una chica que estaba al lado de Diego. Era bajita y le rodeaba como un aura extraña, no sabría si describirlo como hostilidad, tristeza, o simplemente estaba pasando de todos nosotros y se había ensimismado mucho en sus propios pensamientos. En ella no sólo su aura era oscura. Tenía el pelo completamente negro y si sus ojos no eran negros también, debían de ser del marrón más oscuro que había visto en toda mi vida. Llevaba puestos unos cascos morados, y parecía que prestaba más atención a la música que a nosotros- Es mi mejor amiga, se llama Diana- La verdad, más que mejores amigas parecían polos opuestos…
-Encantada.
-Di un encantada general, porque si no vas a estar así toooodo el día.
-Está bien.
-¡Ha dicho algo diferente a encantada!- Dijo Rodrigo con fingida emoción. A lo cual obviamente respondí fulminándole con la mirada, a lo mejor un día funciona…
-No seas malo. Continuaré…Este es Adam- El chico al que señaló no parecía tener nada de especial, si no fuera por su pelo blanco y sus ojos rasgados, aunque no parecía ser asiático- Ese de ahí es Álvaro, el de las gafas- Este último parecía el típico friki que se pasa el día entre ordenadores, aunque creo que ese efecto sólo era porque llevaba unas gafas redondeadas que apenas dejaban ver sus ojos. Llevaba el pelo blanco ligeramente largo y todo en él parecía denotar que se trataba de una persona sumamente inteligente- La chica que está a su lado es Clarisse- Clarisse me sonrió amablemente, aunque sus ojos color miel reflejaban que precisamente ganas de sonreír no tenía. Era alta y se notaba que era fuerte, pero tampoco parecía muy grandota. Su pelo, a pesar de ser rubio y ondulado, no era ni de lejos tan bonito como el de Sol- y estos somos todos los maestros, aparte de Kelly e Iván a los que según tengo entendido ya conoces.  Pero en seguida conocerás a tus nuevos compañeros, ya verás que son todos muy buenos amigos y que te vas a adaptar enseguida.
Sol me acompañó a una habitación que estaba la primera a la derecha subiendo las escaleras. En mi camino pude ver y oír cómo Rodrigo se había acercado hasta Clarisse y le había preguntado algo entre susurros. No pude oír muy bien la respuesta, pero me pareció que decían algo de que alguien finalmente había venido, ¿Debería de preocuparme eso? ¿Habría venido alguien peligroso?

Nada más atravesar la puerta pude notar cómo todas las miradas de la sala se fijaban en mí, genial, era la rarita del grupo.
-Hola- Sé que puede sonar a un saludo un tanto austero, pero no creo que hubiera causado una impresión distinta con un saludo más currado, así que opté por uno más típico.
Sol en seguida tomó las riendas de mi presentación y comenzó a parlotear con todos y cada uno de ellos mientras me iba presentando a todos y me narraba alguna que otra anécdota para que me fuera integrando más rápido en el grupo.
En lo primero que pude fijarme fue en que nuestro grupo no era de nueve personas como me había dicho Nick, sino que éramos diez. Entre ellos pude identificar fácilmente a Nick, el cual parecía estar evadiendo mi mirada constantemente, y Remi, que muy amablemente se había acercado hasta mí para saludarme con un, espero, cordial saludo. Tristemente lo dijo todo en francés, idioma que no manejo muy bien.
El resto de mis nuevos compañeros parecían ser todos un tanto…especiales.
La que más me llamó la atención era una pequeña, y cuando me refiero a pequeña lo hago en todos los sentidos, niña de no más de diez años. Nerelé, ese es su nombre, estaba sorprendentemente calmada y parecía estar estudiando todos y cada uno de los movimientos de todos los que estábamos a su alrededor. Pese a su fría, estudiosa y afilada mirada, lo cual le daba un aspecto de ser mayor de lo que en realidad era, tenía aún los rasgos infantiles muy marcados. No mediría mucho más de un metro y poco, aún para su edad parecía pequeña. Tenía el pelo negro, sin el mínimo atisbo de que fuera a ser blanco en un futuro, recogido en dos coletas.
Otra de mis nuevas compañeras era Mónica. ¿Cómo decirlo para que no penséis que soy una superficial? Era la típica chica que nada más verla sabes que va a intentar dejarte en ridículo y a pisotearte. Era alta, mucho más que yo, y eso teniendo en cuenta que sólo era un año mayor. Tenía una larga melena rubia y una sonrisa en sus labios que más que simpatía me producía escalofríos, aunque parecía llevarse realmente bien con el resto. Para colmo cada vez que me hablaba lo hacía con un rintintín que me sacaba de mis casillas y finalizaba cada tramo de cada conversación que tenía conmigo burlándose de mí de una forma supuestamente sutil.
Tras la presentación de Mónica la cosa pareció mejorar un poco. Sol me presentó a Francine, la mayor de todas las chicas del grupo con dieciséis años. Tenía el pelo de color avellana claro. Era sumamente educada y la elegancia parecía ir implícita en ella, y no sólo por su forma de tratar al resto y de hablar. Cada pequeño movimiento que hacía, aunque fuera pestañear, ella lo hacía con suma tranquilidad y delicadeza.
Después conocí a la persona más adorable del mundo. Se trataba de Liam, un chico que aunque sólo tuviera un año menos que yo parecía ser mucho menor. Esto se debía a su apariencia. Nada más verle me pareció un ángel. Todo en él era blanco y puro. Tenía una gran sonrisa blanca que parecía llena de felicidad e inocencia. Era el único de los alumnos, aparte de mí, que tenía el pelo blanco, aunque no podría asegurar si era de nacimiento o por ser un dragón. Tenía la piel más clara que había visto en mi vida y sus ojos eran del azul más claro y brillante que unos ojos podían llegar a tener. Tuve que reprimir un impulso de abalanzarme sobre él y darle un abrazo, hecho en el cual Sol no se reprimió. Según parecía, por las mil veces que me lo repitió Sol, Liam era su alumno, aunque más bien parecía ser su amor platónico.
Mientras Sol continuaba abrazando se acercó a mí un chico a auto presentarse, seguro que lo hizo para que no me quedara completamente sola. El chico hizo su presentación a lo James Bond, sin exagerar: Me llamo Raff, Rafael. Hasta puso la entonación y todo. Intenté reprimir mi impulso de reírme, pero acabé riéndome de él en la cara. Me condujo hasta una chica a la cual presentó como Beth, Elisabeth, la cual era su hermana melliza. Ambos tenían quince años y eran físicamente iguales, excepto por ser chico y chica. Tenían el pelo y los ojos marrones y sus caras eran realmente muy parecidas. Aunque Beth parecía ser muy introvertida y Raff todo lo contrario.
Por último Raff me presentó a un chico con el que no había parado de discutir salvo para acercarse a hablar conmigo. Me le presentó como imbécil, pero resultó que ese no era su verdadero nombre, sino que era Manu. Debían de tener la misma edad, y pese a las disputas parecían conocerse mejor que cualquiera de los demás. Manu era todo un chulito, me recordaba extrañamente a Alex, aunque Alex era mucho más simpático y guapo que él. Tenía el pelo un poco largo y castaño oscuro, a juego con sus ojos, aunque ya se entreveían algunos mechones blancos en su pelo.
Me quedé parloteando un rato más con Francine hasta que la puerta se abrió y entro el que yo supuse que era Arian. Todos se quedaron repentinamente serios y callados, y para mi sorpresa Sol se había ido sin que yo me diera cuenta, debía haber sido duro para ella soltar a Liam.
Arian imponía mucho más de lo que yo me había imaginado en un principio. Efectivamente parecía un dragón de plata. No solo emanaba de él un aura de grandeza y superioridad, sino que tenía su pelo largo y engominado hacia atrás completamente gris. No quiero llevaros a error, no era un gris como te lo puedes imaginar. No es ese gris que ves en los ancianos canosos, sino un gris que era elegante, era un gris bonito y que no daba impresión de pertenecer a una persona mayor, sino ser otro color más de pelo normal, solo que más sofisticado.
Nos miró uno a uno detenidamente y cuando hubo terminado de memorizarnos a todos y cada uno de nosotros nos mandó ponernos en una fila.
-Bien. A partir de ahora os voy a asignar un número del uno al diez. Ese número será vuestra nueva identidad en esta clase, no quiero ni saber vuestro nombre.
Fue pasando por delante de cada uno de nosotros y diciendo un número a cada persona.
En orden del uno al diez fuimos: Mónica, Manu, Raff, Liam, Remi, Nick, Nerelé, Francine, Yo y por último Beth.
Tras numerarnos una única vez pasó a darnos un horario de las horas y los días que íbamos a entrenar con él. Nada más ver el horario empecé a ver a Rodrigo de otra forma, casi parecía buena persona y todo.
Nuestras clases eran martes y jueves de seis y media de la mañana a ocho, viernes de ocho a las nueve de la tarde y sábados y domingos de ocho a diez de la mañana. Eso junto con una promesa de más entrenamientos aparte con nuestros maestros “particulares”, conclusión, ni Arian era más bondadoso que Rodrigo, ni me libraba de la tiranía de los entrenamientos de mi antiguo maestro.
Lo único que podía recordar con claridad de todo este día era que Nick me había ignorado completamente tras decirme que íbamos a continuar siendo amigos, que mi nueva identidad era nueve, y que si lo del horario no era broma de aquí a un mes iba a estar muerta por sobre agotamiento.

Estaba muy cansada a pesar de no haber entrenado nada. Cada vez que cerraba los ojos no podía evitar ver un montón de caras y nombres nuevos que ahora estaban mezclados en mi cabeza.

viernes, 31 de mayo de 2013

~ 8 ¡Ya no quiero más cambios! ~

Salí de casa para ir a buscar a Nerea de su clase de pintura. Esta mañana hacía un día agradable, pero ahora no he tenido más remedio que ponerme una chaqueta. Llevaba en la mano el bocadillo y el zumo para Nerea, que casi se me olvida. No es gustoso aguantarla cuando tiene hambre.
Caminé distraídamente, intentando sacar de mi cabeza que debería de estar estudiando. Me temo que hasta el último momento no me iba a poner. Como de costumbre. Hasta ahora, había sido suficiente para ir aprobando y mi pereza no me permitirá cambiar de método hasta que suceda lo contrario.

Mi mirada pasó de unos árboles a un banco ocupado por una chica joven. La observé con curiosidad. Yacía con las piernas cruzadas y la barbilla levantada. Tenía un porte elegante... Y escalofriante al mismo tiempo. El pelo oscuro y brillante le caía sobre la espalda en marcadas ondas que bailaban al son del viento. Sus ojos negros no me parecían gran cosa, hasta que se posaron en mí. Por alguna extraña razón no pude apartar la mirada de inmediato, como solía hacer cuando cruzaba la mirada con algún desconocido. Su boca se torció en una amable sonrisa ¿Amable? No, parecía amable, pero escondía algo que hizo estremecerme.

Fui a pasar de largo, con la cabeza agachada para evitar el contacto visual, pero ella habló.
- Hola - su tono era dulce, incluso aniñado. Su sonrisa seguía intacta, al igual que mis piernas. Algo me había hecho detenerme a escuchar lo que me tenía que decir, en vez de echar a correr, que era realmente lo que deseaba.
- Hola - dije con brusquedad ¿Recuerdas cuando dije que antes desconfiaba de todas las sonrisas amables porque pensaba que lo único que buscaban era matar a mi familia? Bien, esa sensación acababa de azotarme multiplicada por cien.
- Llevas un bonito color de pelo - no dije nada - Vaya, eres tímida ¿Eh? - se levantó del banco sin prisa, como si ya supiera de antemano que no me atrevería a marcharme.
- Em... Lo siento, pero tengo prisa - mi tono de voz denotaba que saldría por patas en cualquier momento, pero mis pies seguían anclados al suelo.
- Venga, seguro que me puedes dedicar unos minutitos - ya estaba a escasos centímetros de mí. Era muy guapa. Pero  no era eso exactamente lo que me estaba intimidando. Ni tampoco era que me mirase desde arriba. Era... Ella en sí. Estoy segura de que era completamente consciente del efecto que producía en mí.
- No debería hablar con desconocidos - rió. Su risa era como un encantador tintineo.
- Pero yo a tí ya te conozco - se me heló la sangre. La perspectiva de que una chica como aquella "me conociera" no era muy alentadora. Sobretodo porque si yo a ella no la conocía ¿De qué me conocía?
- Eso... Eso no es posible - volvió a reír.
- Oh, ya lo creo que es posible, Irene. Te conozco desde hace bastante tiempo. Tenía muchas ganas de hablar contigo ¡Y por fin! Lo he conseguido... A pesar de que tu conversación no sea precisamente amena - ya, como que en estado de shock voy a intentar ver cómo amenizarte la tarde ¡No te fastidia! Por supuesto, no fui capaz de decírselo.
- Yo... Tengo que irme...
- No, no. Todavía no. Sólo necesito que me concedas un par de minutos... - me agarró delicadamente del antebrazo y yo seguía sin reaccionar.
- ¿Tenéis algún problema? - giré rápidamente la cabeza hacia la persona que acababa de llegar. Creo que mi expresión de alivio era indescriptible. Pero ésta cambió a sorpresa cuando vi que era Rodrigo.
- ¿Problemas? - rió dulcemente - sólo estábamos charlando - apartó la mano de mi antebrazo y Rodrigo se posicionó delante de mí. Estaba visiblemente tenso  - ¿Por qué no te unes, Rodrigo? Tú solías tener una conversación más interesante que la de Irene. Bueno, a lo mejor es que la chica es tímida - tragué saliva cuando volvió a posar su mirada en mí.
- Me temo que tanto Irene como yo tenemos cosas más importantes que hacer ¿No es así? - me preguntó, pero sin mirarme. Su vista seguía clavada en la chica y viceversa. Se conocían y era evidente que algo había pasado entre ellos. Rodrigo se mantenía desafiante y tenso, mientras que la chica seguía con la amable sonrisa y la dulce expresión en el rostro que escondía algo escalofriante.
- Yo... Yo tengo prisa - dije, aun sabiendo que a ninguno le importaba.
- Es una pena que tengáis unas vidas tan ocupadas - se atusó el pelo y se encogió de hombros - pero en fin, tendremos que charlar en otro momento - me dio dos besos en las mejillas ante mi sorpresa. Aguanté la respiración, asustada - ha sido un placer hablar contigo, espero que la próxima vez me hables de algo más entretenido - la próxima vez. Habría una próxima vez. Quise chillar de terror - Y ha sido un placer volver a vernos - le dio unas palmaditas en el hombro a Rodrigo, que permanecía impasible, cruzado de brazos - dale recuerdos a tu novia de mi parte. Kelly es un encanto de chica.

La seguimos con la mirada mientras se alejaba de allí, a paso alegre y desenfadado.
Lo único que pudo procesar correctamente mi cerebro era lo último que había dicho la chica.
- ¿Tu novia es Kelly? - Rodrigo me miró con esa cara con  que se mira al típico que responde en la era glaciar a la pregunta cuándo se dio la Guerra Fría.
- ¿Eso es lo único que has sacado en claro?
- Sólo una pregunta ¿Eres millonario?
- ¿Qué?
- Es que si no, no me explico cómo una chica como Kelly puede estar con alguien como...
- ¿Como yo? - arqueó una ceja, desafiándome a acabar la frase. La verdad es que en estos momentos Rodrigo intimidaba bastante. Pero seamos francos. Es difícil imaginarse que una chica tan agradable como Kelly aguante a un pesado como Rodrigo... Aunque no debería de insultarle, teniendo en cuenta que algo me decía que me había salvado de una buena.
Sacudió la cabeza, dejando a un lado aquello y me miró, ahora ¿Preocupado?
- ¿Te ha hecho algo? - miré de reojo el lugar donde se había marchado la chica. Negué con la cabeza - Tranquila, aquí no puede hacer nada. Hay gente por la calle y no puede arriesgarse a que la vean. Aelín es demasiado lista...
- ¿Se llama Aelín? - Rodrigo asintió - Es obvio que ya la conocías... ¿Sería muy indiscreto por mi parte preguntarte de qué la conocías? - volvió a arquear la ceja
- Tenías prisa ¿Recuerdas? - supe que no iba a sonsacarle nada ¡Algún día!
- Bueno, me parece bien que guardes tus intimidades para tí, pero me gustaría saber por qué me conoce a mí.
- Ella es un dragón de los lagos ¿Su pelo no te ha dado ninguna pista? - dijo, volviendo a tratarme de idiota.
- ¡Que sea mi enemiga no quiere decir que deba conocerme...! - la expresión de Rodrigo me lo dijo todo - bueno, por lo que veo, sí.
- Aelín es un miembro muy importante dentro de los dragones de los lagos, es lógico que conozca a todos sus enemigos o al menos a la mayoría.
- La verdad, no es muy reconfortante averiguar que el enemigo sabe quien soy - se rió, evidentemente de mí.
- No creo que resultes una gran amenaza - aquel comentario burlón me recordó otra cosa que había dicho Aelín
- Entonces ¿Por qué ha dicho que tenía muchas ganas de hablar conmigo? Ya has visto que precisamente por mi encanto natural no ha sido
- Lo habrá dicho para asustarte y como ves, lo ha conseguido - a pesar de que probablemente tenía razón, seguía asustada - bueno, yo me tengo que ir. Te pido por favor que no te metas en más líos, que luego las culpas me las llevo yo - comenzó a caminar en la dirección opuesta a Aelín.
- ¡Muy considerado por tu parte! - no se dignó ni a responderme.
Vi el bocadillo y el zumo en mi mano y recordé que Nerea debía de estar esperándome. De verdad que no quería meterme en mas líos, pero no tenía ni idea de cómo evitarlos.

A pesar de que ya hacía bastante fresco, me desistí a entrar en la habitación. En el tejado siempre me encontraba muy a gusto y ahora el cielo comenzaba a teñirse de naranja. Estaba todo tan tranquilo que era una delicia observar la ciudad, oír alguna voz, escuchar las golondrinas y sobre todo, respirar libertad. Ventajas de dormir en el ático.
A pesar de que mi madre me lo tenía prohibido, subo al tejado con más frecuencia de la que le gustaría saber.
Estaba intentando olvidarme de los exámenes, cuando oí que me llamaban. Me asomé por el tragaluz y vi a Nick, confundido.
- Estoy aquí ¿A qué has venido?
- Tu madre me ha dicho que estabas en tu cuarto y he entrado - no me sorprendió. Nick era casi como de la familia y yo hacía lo mismo cuando iba a su casa. Le hice una seña con la mano para que se acercara.
- Ven, hablaremos en el tejado. Me da pereza bajar - puso los ojos en blanco y se subió a la mesa para salir al tejado a través del tragaluz.
Le di la mano para ayudarle a subir y nos sentamos con las piernas cruzadas.
- Sigo diciendo que esto no puede ser seguro - dijo Nick, con desconfianza
- De hecho, no lo es - le sonreí - pero se supone que eres un dragón ¿Te dan miedito las alturas? - dije burlonamente
- No, tengo miedo de partirme la crisma. No entiendo cómo puedes sentirte cómoda aquí.
- Y yo no entiendo cómo puedes ser tan gallina. Pero ya ves, misterios de la vida - me encogí de hombros con una amplia sonrisa ante la fulminante mirada de Nick.
- Te tiraría ahora mismo al vacío
- Estoy muerta de miedo - nos aguantamos la mirada hasta que no pudimos aguantar la risa.
- Será mejor que te cuente lo que he venido a decir antes de que se me vaya de las manos y te tire de verdad.
- Sí, no quisiera despertar tu imponente furia - ignoró aquel comentario y prosiguió
- La semana que viene iremos a conocer a Arian - ya había oído ese nombre antes de la boca de Rodrigo.
- ¿Iremos? - supongo que me había hecho a la idea de que sólo iba a ser yo. Mi subconsciente ególatra me jugaba malas pasadas.
- Sí, tú, Remi, el resto de compañeros y yo...
- ¡Espera, espera, espera! ¿Resto de compañeros? ¿Entonces hay más como tú y como yo? ¿Cuántos?
- Pues en total somos nueve... Rodrigo no te ha contado nada ¿No?
- En realidad, me sorprende que se haya dignado a decirme su nombre - Nick rió y suspiró, como hacía cada vez que ordenaba sus ideas.
- A ver, nosotros nueve somos la siguiente generación de alumnos de Arian, que va a ser nuestro maestro, por llamarlo de alguna manera. Rodrigo, Iván, Kelly y el resto son antiguos alumnos que nos han iniciado para poder ir con Arian con un nivel más o menos básico - más menos que más, diría yo - Con Arian nos entrenaremos más a fondo, para poder defendernos de los dragones de los lagos y poder cumplir misiones ¿Has entendido algo de lo que te he contado? - lo miré con cara de malas pulgas
- Creo que mi reducido intelecto lo ha captado todo - Nick rió y se movió, buscando una postura más cómoda. Es decir, más lejos del bordillo - Entonces ¿Tú ya conocías a Remi y a los otros?
- Si, desde hace mucho. Nuestros padres son amigos de cuando Arian los entrenó - me pregunté si mi padre también habría sido amigo suyo. Sin embargo, si eso fuera cierto ¿No les conocería yo también?
- Entonces eso quiere decir que soy la única que no conoce a casi nadie. Genial - integrarse en un grupo en el que todos se conocían no era algo que me resultara fácil. Supongo que a todo el mundo le pasa más o menos lo mismo. Pero es que era algo que hacía sentirme muy incómoda. Y cuando me siento incómoda digo más estupideces por minuto que de costumbre.
- Venga, no seas agonías. Son todos majos. Unos más que otros, todo sea dicho, pero no te costará acoplarte, ya verás.
- El verbo "acoplar" lo has usado en muy buen contexto. Sabes que yo no sé "acoplarme" - puso los ojos en blanco, restándole importancia.
- Sólo intenta no ser tú - le pegué un puñetazo en el hombro.
- Eso suena muy alentador. Si no tenías nada más que decirme, puedes irte - se rió y a mí se me escapó una sonrisa.
- Está bien, está bien, ya me marcho - en realidad lo de que se marchara no lo decía en serio, pero supongo que no debería entretenerle más.
- Venga, te acompaño a la puerta - se quedó en el sitio, como si fuera a añadir algo más - ¿Hola?
- Yo... - le miré interrogante y éste sacudió la cabeza - da igual - se levantó y bajó por el tragaluz
- ¿Qué ibas a decir?
- Nada, una tontería. Olvídalo - bajé yo también y Nick me tendió la mano para saltar al suelo.
- Sabes que eso es justo lo que tenías que decir para que no lo olvide ¿Verdad? - se dio media vuelta y comenzó a bajar las escaleras - ¡Oh, venga, no me dejes con la intriga!
- Olvídalo, Irene, era una chorrada - le seguí, insistente
- !Si no te cuesta nada decirlo! - abrió la puerta y pasó a través de ella - ¡Nick, dímelo! - se giró, molesto
- No, no voy a decírtelo. Es una tontería, déjalo estar. No tiene nada que ver...
- Pues si es una tontería, qué más te da decírmelo - empleé la táctica Silvia y proyecté el labio inferior hacia fuera.
- No insistas ¿Quieres? Eso sólo se le da bien a Silvia, y lo sabes - me crucé de brazos y me puse delante de la escalera para no dejarle pasar
- Tú ponme a prueba - nos aguantamos la mirada.
- Quítate de en medio
- No hasta que me lo digas - segundos después pareció rendirse y se rascó, incómodo, la mejilla. Suspiró y volvió a mirarme, pero esta vez con la expresión más seria que recordaba de él.
- No... No quiero que te lo tomes a mal ¿Vale?
- Mientras no me vayas a insultar más de lo normal - me fulminó con la mirada y me reí.
- Irene, yo... - me dio la sensación de que Nick sentía como si fuera a lanzarse al vacío - somos amigos desde hace mucho y... Yo... Desde hace un tiempo... En fin, que me gustas - y yo sentí estrellarme contra el suelo.
No supe cómo reaccionar. No esperaba nada de aquello. Mucho menos de Nick. Yo pensaba... Mi cara de sorpresa debió hacerle daño, pero fue un acto reflejo que no pude controlar. Entonces la voz de Silvia resonó como un eco en mi cabeza. Y para mi sorpresa, también la de Ángel. Ambos me decían con sorna "te lo dije".
- Bueno... ¿Qué... Opinas? - no quería darle mi opinión. No quería hacerle daño, ni perjudicar la amistad que compartíamos desde críos. No me gustaba esta situación. La odiaba, odiaba a Nick por haber dicho aquello, pero también me odiaba a mí por no compartirlo.
- Yo... - bajé la mirada, incapaz de ver el dolor en sus ojos - yo... - sabía que tendría que responderle tarde o temprano, pero me pesaba demasiado la carga que mis palabras llevaban - lo siento, Nick.
Levanté la vista con miedo pero fue él el que la apartó.
- Da igual, no importa - sacudió la cabeza y mostró una amplia sonrisa - de verdad que no importa. Hagamos como que no ha pasado nada y ya está ¿Vale? - aquello me rompió por dentro
- Va... Vale
- Bueno, mañana te veo en clase - comenzó a bajar las escaleras.
- Nick...
- Estudia algo ¿Vale? No quieras suspender biología - seguía con aquella amplia sonrisa. Habría preferido que se hubiera puesto a llorar - ¡Adiós!
- Adiós... - desapareció de mi vista, pero seguí oyendo sus pisadas, sus veloces pisadas que querían volar muy lejos y no volver. Lo siento, Nick.

Entré en casa y cerré la puerta. Subí a mi cuarto y volví al tejado. Y allí me aovillé intentando contener las lágrimas de mis ojos vidriosos , por lo idiota que había sido, por la amistad que no quería perder y porque esta vez, Nick no compartiría sus problemas conmigo como había sido siempre. No quería que nada cambiase, pero sabía que todo iba a cambiar.

domingo, 26 de mayo de 2013

~ 7 ¿Tan poca confianza doy? ~

Me bajé del coche de Rodrigo aún con la incertidumbre en el cuerpo de no saber qué era lo que me tenía preparado. Según dijo tenía un entrenamiento especial, lo cual me sonaba a agujetas durante un mes mínimo.
Caminamos un poco hasta adentrarnos más en el espesor del bosque y alejarnos de las zonas en las que las personas normales pudieran vernos. Caminé sin apenas prestar atención a mis pasos, ya tenía suficiente con pensar en las posibles torturas que iba a sufrir hoy.
Rodrigo se paró de repente y me dispuse a comenzar el entrenamiento fuera lo que fuese lo que me tenía preparado, pero puedo aseguraros con toda certeza que no estaba preparada ni un poco para lo que vieron mis ojos.
Frente a mí se alzaban cuatro personas, todas con el mismo mono negro que Rodrigo me había obligado a ponerme antes de salir de casa y que a mí, personalmente, me recordaba a los trajes de los ninjas del 500 a.C., pero esa era mi humilde impresión. El mono era ligeramente holgado por la parte del muslo y ceñido en las pantorrillas, lo cual era un buen punto a la hora de correr, y si no me creéis corred vosotros con unos pantalones que os quedan anchos a ver cuántas veces os caéis con ellos. Llevaba incorporada una capucha que apenas sí dejaba ver los ojos de la persona que llevaba el traje e iba acompañado con unas comodísimas botas que, para lo que parecían en un primer principio, eran increíblemente ligeras.
Me fijé en sus caras, había dos personas, un chico y una chica, que parecían ser de la edad de Rodrigo. Es más, estoy por jurar que a esa chica ya la había visto antes, pero si os soy sincera, no tengo ni la menor idea de dónde.
La chica era sorprendentemente guapa, casi parecía una modelo. Tenía el pelo blanco a juego con unos increíbles ojos azules con unas pestañas que parecían de anuncio. Su piel no tenía ni la más mínima imperfección y…, bueno podría continuar así eternamente, pero creo que con deciros que era una de las chicas más guapas que había visto a lo largo de mi vida os podéis hacer una ligera idea.
Por otro lado estaba el chico que parecía tener más o menos su misma edad. A primera vista parecía increíblemente grande, pero no grande en el sentido de que mida dos metros o más, sino que, aparte de ser alto estaba completamente musculado. No eran de esos músculos que de tan exagerados quedan hasta mal, sino de los músculos que salen tras años y años de entrenamientos intensos, pero sin tener el objetivo de lucir músculos, sino con el objetivo de romper un muro de un puñetazo, aunque me da que precisamente los muros no eran su objetivo. Tenía el pelo negro, pero se podían apreciar un ligero color blanco en las raíces de su pelo, el cual llevaba completamente corto. Tenía los ojos marrones oscuros y una expresión que hizo que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo, digamos que imponía respeto.
Tras ellos había dos chicos. El primero era de mi edad, quizás un poco mayor. Tenía el pelo castaño claro y unos ojos verdes que daban la impresión de ser los ojos más amables que había visto en toda mi vida. El chico era delgaducho y alto, pero aun así daba la impresión de ser lo suficientemente fuerte. Me miró con una gran sonrisa de oreja a oreja, lo cual me tranquilizó un poco.
 A su lado había otro chico, no parecía ser muy alto, y al lado de los otros dos no parecía ser nada del otro mundo. Tampoco puedo deciros mucho de él puesto que me estaba dando la espalda, pero si os sirve de algo el dato, su pelo era castaño oscuro.
-Bien, ya estamos todos- Dijo la chica con una voz que sonaba dulce y cantarina, más que un dragón esta chica da la sensación de ser un hada.- ¿Por qué no nos presentamos todos? Comienza tú dijo señalando el chico alto de mi edad.
-Oui. Me llamo Remi- Dijo con un marcado acento francés. Seguidamente miró de nuevo a la chica esperando a que ella dijera algo. Algo me dice que no maneja mucho nuestro idioma.
-Está bien, yo soy Kelly y soy la maestra de Remi. Encantada.
-Yo soy Rodrigo, y esta idiota de mi derecha es Irene- No parece poder soportar estar ni cinco minutos sin insultarme. Le fulminé con la mirada esperando que se diera por aludido, pero directamente me ignoró, qué raro.
-Yo soy Iván, y soy el maestro de Nick- La verdad es que  verle impresiona seriamente, pero oírle hablar directamente acojona.
Una vez hube asimilado la información me quedé francamente sorprendida. ¿Nick? Miré al chico que ya no parecía darnos la espalda, pero que aún continuaba mirando hacia otra parte. No me había fijado hasta ahora pero su altura y complexión eran bastante similares, y el color de su pelo y el corte eran completamente iguales, aunque era un peinado muy típico por lo que no le había dado mucha importancia hasta ahora.
-¿Nick?- Dije mirándole fijamente esperando que se girara y poder comprobar si realmente era el Nick que yo me temía.
Giró ligeramente la cabeza y pude ver sus inconfundibles ojos verdes. No sé qué ocurrió en ese preciso instante, sólo recuerdo que para cuando volví en mí Nick ya se había girado completamente hacia nosotros y me miraba con una cara de culpabilidad que no había visto en él hasta ahora, ni cuando en el instituto casi consigue que me pongan un parte por su culpa.
-¿Qué estás…?- No conseguí terminar mi frase, ni siquiera sé si había logrado decir aquellas palabras con la suficiente claridad como para que el resto las entendieran, pero el shock que me había producido el ver a Nick allí aún tenía atrapada a mi mente y no me dejaba pensar con claridad.
-¿Os conocéis?- Gracias a Dios que Iván rompió el silencio.
-Vamos juntos a clase desde los tres años- A Nick no parecía sorprenderle toda esta situación, de hecho se había estado escondiendo de mí desde que había llegado ¿Cómo se supone que me tengo que tomar esta situación?, ¿Me enfado por que me haya ocultado que conocía mi secreto y que además lo compartía?, ¿Me alegraba por poder tener a alguien con quien poder compartir todo esto y que además es de confianza?...
-De hecho Nick es mi mejor amigo- Añadí con un tono en el que se podía apreciar claramente mi descontento.
-Perfecto, entonces lucharéis vosotros dos primero- Ahora que le voy conociendo un poco más parece que Iván realmente se parece un poco a Rodrigo.
-¿Luchar?- Nuestras caras de asombro hicieron que nuestros tres maestros se rieran al unísono, empiezo a creer que el ser cruel viene con lo de ser dragón.
-¿Qué pensabais que iba a ser el entrenamiento especial?- Ahora que lo pensaba tenía mucho sentido. Nosotros luchábamos entre nosotros mientras ellos miraban y charlaban juntos. No se cómo serán Kelly e Iván, pero eso a Rodrigo le pegaba mucho.
Pensé en todo lo que había practicado con Rodrigo estas semanas y en cómo mi forma de luchar había mejorado notablemente, aunque según como luchaba al principio tampoco tenía por qué significar que luchaba bien. Me vino a la cabeza que quizás con mucha suerte podría llegar a golpear a Nick y no me lo pensé más.
-Por mí está bien, lucharé con Nick- Por la cara que puso Nick al mirarme supe en seguida que había pillado mis planes de vengarme de él.
-No voy a pelearme con una chica- Buen intento Nick, buen intento.
-Sabe que le derrotaré, por eso no quiere- de hecho seguramente fuera yo quien iba a acabar peor en esa lucha, pero confiaba en que Nick fuera indulgente y no me golpeara muy fuerte.
-Bueno la verdad es que eso a nosotros no nos importa- Rodrigo siempre tan amable- Vosotros lucháis y nosotros os decimos vuestros errores, esto funciona así y punto, así que dejaos de estupideces y comenzad a luchar de una vez.
Nick y yo nos colocamos uno en frente del otro dispuestos a luchar, al menos uno de nosotros.
-Las reglas son las de siempre, intentad acabar como sea con el adversario, pero no os olvidéis de que esto es un entrenamiento. Empezad.
Me abalancé sin pensar siquiera en lo que iba a hacer a continuación y conseguí tumbar a Nick en el suelo. Nick parecía intentar parar mis golpes, pero no se dignó siquiera en intentar golpearme ni una sola vez, lo cual solo sirvió para enojarme aún más. Lancé un puñetazo contra su cara pero logró esquivarlo a duras penas.
-¡¿Y si llegas a darme bestia?!- Nick parecía seriamente enojado conmigo ahora mismo.
-Mejor- Conseguí que Nick soltara mis muñecas y le arreé un puñetazo en la mandíbula.
Nick se llevó las manos a la boca y logré ver que había conseguido partirle el labio inferior. Creo que esta vez sí que me había pasado.
-Está bien, ¡está bien!- Intervino Kelly separándonos- Es suficiente- Si había que elegir, Kelly era mi maestra favorita. Ahora mismo envidio muchísimo a Remi, seguro que entrenar con ella no ha sido tan horrible.
-¡No!- corearon Iván y Rodrigo al unísono.
-Sinceramente, este entrenamiento no parece tener ninguna clase de sentido- Dijo Nick con la boca llena de sangre.
-No si solo ataca uno-Añadió Iván- Te he dicho mil veces que en caso de que tengas que luchar de verdad, y para luchar de verdad primero tienes que entrenarte, vas a tener que luchar tanto con chicos como con chicas, y de cualquier edad. Así que olvídate de todas esas chorradas y si te digo que luches tú luchas sin rechistar.
No me gustaría ser Nick en estos momentos.
-Ven Nick, te echaré un vistazo al labio- Kelly le hizo una señal a Remi.- Luchad vosotros dos mientras.
Remi se acercó a mí con la misma sonrisa que antes.
-Te agradecería que a mí no me partieras el labio- Dijo con su encantador tono francés.
Comenzamos a luchar y esta vez sí que parecía un verdadero combate. Remi parecía todo un profesional, lanzaba los golpes rápidamente y sin dudar ni un solo instante, pero no llegaba a golpearme, en el preciso instante en el que el golpe estaba a punto de alcanzarme frenaba y daba un ligero toque donde me iba a golpear. No conseguí golpearle ni una sola vez y a pesar de no golpearme ni una sola vez me venció claramente.
Hicimos varias rondas tunándonos entre nosotros para luchar. Nick y yo estábamos casi empatados, pero Remi nos superaba con creces, y tanto Nick como yo acabamos cubiertos de moratones que nos habíamos hecho mutuamente y sin una pizca de energía en todo el cuerpo.

Una vez nos trajeron de nuevo a la ciudad Nick y yo nos quedamos a solas, creo que no me había sentido tan incómoda estando con Nick en mi vida.
-Tú sabías lo mío- Acusé a Nick.
-No te puedes enfadar conmigo, tú tampoco me habías contado nada.
-Por Dios, ¿el hecho de ir con el pelo blanco no te daba una pista?, ¿Y por qué tú no tienes el pelo blanco?
-Ya cambiara de color, Remi tampoco lo tiene blanco…-¿Se había picado?
-Podías haberme dicho algo, así no habríamos estado tan solos en esto.
-Mi padre me dijo que no te contara nada, que era posible que tú no supieras nada aún.
Me quedé muy sorprendida cuando oí que el padre de Nick había hablado con él sobre esto. La verdad, a veces me gustaría contárselo a mi madre y hablar con ella naturalmente sobre el tema.
-¿Hablas con tu padre sobre esto?- Me sorprendí a mí misma preguntándole a Nick.
Nick me miró con cara de lástima al darse cuenta de que yo había perdido a mi padre hacía ya tiempo.
-Lo siento, no era mi intención…
-Tranquilo, no me voy a morir por que me recuerdes a mi padre. ¿Tu padre también es un dragón?
-Sí, y mi madre también.
Ambos nos quedamos en silencio y caminamos un rato sin mediar más palabras. Me replanteé el contarle a Nick sobre la existencia de las cartas que mis padres se mandaban mutuamente. Por fin podía estar segura de que mi padre sí era un dragón, pero mi gran duda era si mi madre también era uno o si siquiera conocía el secreto de mi padre. Por desgracia no había vuelto a encontrar ninguna de las cartas de mis padres ni había visto ningún indicio en mi madre que me diera una pista de lo que pasaba por su cabeza.

Me despedí de Nick. La verdad es que me había enfadado con él realmente por no haberme contado nada aun sabiendo que yo también estaba pasando por lo mismo, aunque  por otra parte también me alegraba el hecho de que ahora podría por fin hablar de esto con alguien más, aparte de con Rodrigo.